martes, 30 de junio de 2009

Creación, destrucción

Eres mi alfarero, yo soy macilla dispuesta; me moldeas como Dios a Eva. Eres mi Dios, me ves perfecta: soy tu obra. Después, sin más ni más, metes abruptamente tu mano en mi pecho, y una vez que sientes el barro de mi corazón, cierras tu mano, exprimes entre tus dedos empuñados mi flácido tronco. Mi voz te grita pero tus dedos deshacen mi boca. Al final, me convierto en un simple trozo de arcilla. Al final, mi pecado original fue amarte y tú, mi Dios, me has expulsado del paraíso.

No hay comentarios.: